viernes, 18 de mayo de 2012

Empecemos por el principio...

A lo mejor no es acertado el título, porque para contar el principio de todo, me tendría que ir mucho más atrás de cuando empieza mi viaje, pero por ahora me sirve, y ya echaré la vista un poco más allá en el tiempo en otro momento.
Digamos que entré en una web de familias que buscaban au pair o niñeras alrededor del mundo, y encontré una española que vivía en Londres y no me lo pensé mucho. Hice las maletas, y mi primer destino fue Madrid.

La familia en cuestión estaba pasando las vacaciones de Semana Santa allí, y fue mi toma de contacto con ellos. Pero antes de entrar en detalles sobre mi estancia en la capital, os contaré un poco cómo fue mi despedida (intentaré no alargarme mucho y no aburriros).
De mis amigos, se puede decir que estuve un mes entero despidiéndome de ellos, porque en  esos días los vi más de lo que estamos acostumbrados. Supongo que quería aprovechar todo el tiempo que me quedaba y nos vimos para ir a cenar, tomar un café o dos, pasear, ver un festival de danza, salir de discotecas o pubs, comer (varias veces), ver las procesiones de Cartagena... Un lujo la verdad. 
La despedida no fue muy melodramática ni hubo lágrimas, pero sí muchos sentimientos, al menos por mi parte (y sé que por la de ellos también).
De mi familia, con los que más lloré fue con los abuelos. No sé si porque me imaginaba lo que les pasaba por la cabeza (eso de que se van a ir y no nos van a poder ver) o era yo la que lo pensaba. Puede que un poco de las dos.
La de mis padres y hermanos, creo que fue la peor. Y no precisamente porque fuera trágica, ni mucho menos. De mi hermano me despedí la noche antes, justo antes de dormirse, porque a la mañana siguiente trabajaba y tenía que madrugar (sé que se sentía mal por que pareció un poco fría, pero yo no pensé eso). 
Mis padres y mi hermana me acompañaron a la estación. Pues bien, cuando vimos aparecer el tren a lo lejos, les dí un abrazo fuerte a cada uno y nos dijimos unas palabras de ánimo unos a otros. Me había imaginado diciéndoles adiós con la mano y haciéndole gestos absurdos a mi hermana a través de la ventanilla, así que cuando entré con mis maletas y conseguí ponerlas en el compartimento de equipajes y por fin pude sentarme, descorrí la cortina y solo vi oscuridad.
No os podéis imaginar la desazón que sentí en ese momento. El tren había empezado a andar y yo había estado peleándome con las dichosas maletas y ni me había dado cuenta. En ese momento pensé que el viaje no podía haber empezado peor, pero en cierto modo fue mejor así, porque me ahorré la imagen de ellos quedándose atrás, mientras yo no sabía a donde iba ni con quién.

El trayecto en tren fue normal, sin sobresaltos y me pareció muy rápido. Pusieron "Enredados" una película de dibujos que curiosamente había visto con todos mis amigos (y alrededor de cien niños con sus padres) en el cine de mi pueblo y que siempre recordábamos cómo una de nuestras mejores quedadas. 
Pues bien, me bajé en la estación correcta de casualidad y porque pregunté. Y llegué a la casa sin mayor problema que el de haber cargado por el metro de Madrid con dos maletas de 20 kilos cada una y siendo tan poco espabilada por usar las escaleras y no el ascensor, pero así soy yo (os juró que llegué odiando Madrid, pero me fui encantada con la ciudad)

De momento dejo la historia aquí. Iré condensando los días y las anécdotas hasta llegar al presente. Besos y abrazos.

2 comentarios:

  1. Parece una novela... da gusto leer lo que cuentas y como lo cuentas, y más sabiendo que "aparezco mencionada" en el texto.
    I like it Glo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me encantaría que tuviera tintes de novela, pero no sé si introducir diálogos. Tal vez si me pasa algo muy bochornoso en inglés, escriba lo que he dicho. Un beso.

      Eliminar